Tarde de domingo

La tarde me levando a desgano, algo usual en mis días solitarios, una frenética necesidad de salir de aquel albañal de lagañas y cruel agujero donde ya me encontraba solo, me llevo a la absurda y alegre película de tirar una bola pesada con tres agujeros que a su vez tiraría no se cuantos palos con forma de no se que, (algo llamado Bowling). El entorno de aquel lugar provoco varios recuerdos, juventud pasada de baile y libido, juventud pasada de relación amorosa, y también situaciones nuevas como ser para otro un referente de alegría, contención y quizás agrado.
Pero lo más notable era su presencia, mezcla de necesidad y entrega, difícil relación que a pesar de sus profundidades, no termina de cerrar nunca.
Y luego de aquel momento, fugaz y casi irreal, compre unas facturas que la hora propiciamente ameritaba, facturas que serian el reencuentro de aquellas dos mujeres que marcaron de alguna manera mi vida.
Ellas no se reconocieron, ellas se esmeraban de alguna forma por pasar aquella situación creada a mi antojo, de esos que suelo tener sin pensar en las consecuencias.
Y claro, consecuencias hubo, como en cada acontecer de cada instante.
Pero mi necesidad de compartir mi presente fue más fuerte que las consecuencias que ello traería. El momento fue mas fugaz que el anterior, escasos 20 minutos habrán pasado.
La presencia de una vieja tía ponía nerviosa a mi madre que con entusiasmo quería compartir a mi compañía.
Esos momentos pasaron y la tarde siguió, pronto llegue casa y puse en mi balcón las plantas que mi madre preparo para mi darle vida a mi lugar, algo que le diera vida a este frío lugar que me acoge día a día sin llegar aun a ser mío.
Pero las plantas ahí están y seguro crearan un labil sentido de frescura.
Y la tarde siguió, sillón me atrapo para obligarme a ver una pantalla en donde se mueven cosas, gentes, historias. Logre por sorpresa sumergirme en ese ver la pantalla que te anestesia cualquier sensación.
Pero no duro mucho, al rato una gran angustia se apodero de mí ser. Ahí comenzó una lucha por dominar el pánico, medir los miedos, ubicar mi mente, descifrar el fenómeno.
Nada me explicaba tal sensación, nada era causante de tales momentos, pero ellos ahí estaban, atormentándome, haciéndome caminar sin sentido, haciéndome dudar de mi cordura.
Y me sentí solo, como pocas veces, no podía pedir la ayuda de nadie, no debía hacerlo, no era propicio.
Solo un llamado fui capaz de hacer, un llamado que como tantas cosas que hago, logro poner al otro en una situación de angustia que no merecía.
Ese soy yo, el maldito confundido que solo sabe hacer daño a su alrededor.
El autentico pelotudo que como ya me pregunte alguna vez, cuando habrá sido que me convertí en EL.

No hay comentarios:

Publicar un comentario