Esto se trata de un
pendiente. De uno que tengo contigo. No, en realidad no es uno, es una bolsa de
pendientes, Un baúl de pendientes, Un Galpón de pendientes. Nacieron en un
Bellavista, en el Santiago suave, cómplice, amigo mío. Fue en una noche casual;
de tacto suave pero color Escarlata, como la sangre que suda por los poros de
unos pies sabrosos, ásperos y sufridos de un fandango brutal. Hubo placeres,
tragos compartidos con amigos e intenciones claras de goce. Sentí en un momento
un vil instante, vil pero de deleite, pasión y desborde, fue mientras mis ojos
tímidos te apuntaban con la intención de devorarte pero sin que vos lo notaras.
Aun no sabía tu nombre, estaba entregado a disimular los instintos. Martinis,
Vodkas, charlas…. De golpe un telón se abrió, hiso girar mi cabeza hacia el
escenario y me evadió de ardores crudos en los que me encontraba casi
hipnotizado con tu imagen. De pronto, El arte de una Carola anónima todavía
para mí, derramaba lisuras bajo coloridas luces, sobre tablas y flotando entre
cajas, palmas y cuerdas gitanas. Ahí, entre palpitaciones, miedos, lascivas
intenciones y dolor cargado por las heridas recientes que llevaba agarradas aun
en mí, decidí descubrirte. El destino, que a veces tiene nombre de pila y hasta
apellido, con reciproca mirada, torcida sonrisa y deseo procaz, puso en mi mano
una pequeña llave. Creo que nuestras miradas fueron por primera vez tan
cómplices que podrían haber sido merecedoras de una condena. Mi memoria tiene
más momentos, pero hablarían de los pendientes….. Como los pendientes por
definición tienen que un día dejar de existir, Sé que seremos sus verdugos. Y
en unos cerros coloridos, con unos piscos Sour, algún vestido de algodón verde,
toboganes metálicos, mar, ascensores de antaño, caminaremos satisfechos, tal
vez hacia la terraza del Turri a embriagarnos con mariscos y vino, por haber
cumplido quizás o por tener que volver a intentarlo. Esto se trata de un
pendiente. De uno que tengo contigo. No, en realidad no es uno, es Una bolsa de
pendientes, Un baúl de pendientes, Un Galpón de pendientes. Nacieron en un
Bellavista, en el Santiago suave, cómplice, amigo mío. Fue en una noche casual;
de tacto suave pero color Escarlata, como la sangre que suda por los poros de
unos pies sabrosos, ásperos y sufridos de un fandango brutal. Hubo placeres,
tragos compartidos con amigos e intenciones claras de goce. Sentí en un momento
un vil instante, vil pero de deleite, pasión y desborde, fue mientras mis ojos
tímidos te apuntaban con la intención de devorarte pero sin que vos lo notaras.
Aun no sabía tu nombre, estaba entregado a disimular los instintos. Martinis,
Vodkas, charlas…. De golpe un telón se abrió, hiso girar mi cabeza hacia el
escenario y me evadió de ardores crudos en los que me encontraba casi
hipnotizado con tu imagen. De pronto, El arte de una Carola anónima todavía
para mí, derramaba lisuras bajo coloridas luces, sobre tablas y flotando entre
cajas, palmas y cuerdas gitanas. Ahí, entre palpitaciones, miedos, lascivas
intenciones y dolor cargado por las heridas recientes que llevaba agarradas aun
en mí, decidí descubrirte. El destino, que a veces tiene nombre de pila y hasta
apellido, con reciproca mirada, torcida sonrisa y deseo procaz, puso en mi mano
una pequeña llave. Creo que nuestras miradas fueron por primera vez tan
cómplices que podrían haber sido merecedoras de una condena. Mi memoria tiene
más momentos, pero hablarían de los pendientes….. Como los pendientes por
definición tienen que un día dejar de existir, Sé que seremos sus verdugos. Y
en unos cerros coloridos, con unos piscos Sour, algún vestido de algodón verde,
toboganes metálicos, mar, ascensores de antaño, caminaremos satisfechos, tal
vez hacia la terraza del Turri a embriagarnos con mariscos y vino, por haber
cumplido quizás o por tener que volver a intentarlo.