Dos padres

La vida me sorprendió un día con la partida prematura de mi padre……
Aquel que quizás como hombre era uno y como padre uno lo ve distinto.
Así son los padres, imperfectos, con debilidades, neófitos seres que hacen lo que pueden por ser lo que alguna vez mamaron de no sé quién.
Y uno es hijo de ese padre, lo disfruta, lo cuestiona, lo entiende a veces, lo condena otras.
Y esa es la vida de esa relación padre hijo, es lo natural, es lo lógico.
Un padre es ese referente que aunque en momentos de la vida sea como un enemigo, en realidad es nuestro apoyo, nuestro ideal, nuestro soporte.
Y un día cuando uno se convierte en padre, empieza una nueva manera de ver las cosas.
Uno deja de ser tan duro, deja de cuestionar ciertas cosas que entiende desde otro lugar, desde SU lugar.
Uno se convierte en El, uno de alguna manera es en parte El.
Y otro día ese padre por ahí se va, se muere, nos deja el lugar libre de ser padre y dejar de ser hijo.
Ahí es donde comienza la etapa de ser realmente un hombre, de poner frente a tus ojos a la persona real que ese padre era.
Uno deja de idealizar a esa figura para convertirse en otra de la misma magnitud.
Uno ahí es realmente padre, ahí empezás a entender quien era él y quien sos vos.
Y arranca el famoso duelo, que no es la semana siguiente a enterrar o cremar a tu padre, sino un largo tiempo de comenzar a vivir de vez en cuando y en tu más profunda intimidad momentos de locas charlas , de desquiciada necesidad de que El vea tus logros, de que vea tus miserias, de que sientas que él siente orgullo por tus actos , de decirle que agradeces los valores y enseñanzas que recibiste en momentos en donde no tenias ni puta idea de lo que significaba.
Comenzás a ser el hombre que antes no llegabas a ser.
Y a veces la vida te da la oportunidad de tener otro padre, de esos que no son biológicos sino de corazón, esos que un día cuando eras chico te robaron a tu vieja, ese que era muy distinto al viejo que te dio vida. Ese que odiabas de adolecente, ese que por su carácter y moral estricta hacia crecer tu rebeldía.
Pero también en un momento de tu vida y con los años encima, se convierte en un referente y te das cuenta que sos en parte también un poco de él.
Aprendes ya con la experiencia de la perdida anterior a ser mas condescendiente, a aprovecharlo, a darle momentos para que se sienta bien en su vejez.
Aprendes a dar sin impaciencia pequeñas cosas que lo hagan feliz.
Le brindas sin ánimo de recibir nada un rato de alegría
Tratas de que no te pase lo que te paso con tu viejo, tratas de no llegar a tener que arrepentirte de ciertas cosas cuando ya es tarde.
Y resulta que un día también se va, también te deja solo.
Y ahí comienza otro duelo, seguramente tan largo como el primero y quizás eterno, ese duelo que no es más que el darse cuenta de que cada uno de ellos a su manera te hicieron ser el hombre que sos.
Y sobre todo aprendes a perdonar, a entender, a mirarte al espejo una mañana y verte en ellos, a entender que sos ellos, a desear que tus hijos no pierdan tanto tiempo en verte como un simple hombre imperfecto que trata de darles lo mejor de uno y con el amor más simple, puro, verdadero y desinteresado.
Hoy se me fue mi segundo padre, hoy soy por segunda vez ya no hijo, a partir de hoy ya no seré más hijo, a partir de hoy seré solo un padre.
Adiós a vos, gordo, que a pesar de tus limitaciones en lo emocional supiste darme valores que hoy me enorgullecen y transmito a tus nietos con la convicción de que estoy obrando bien.
Hoy te lloro, con una gran angustia, pero con la tranquilidad de que ahí estuve a tu lado dándote pequeñas cosas que supieron arrancarte más de una sonrisa y gratos momentos de placer.
Por eso esta despedida no es triste. Y mis lágrimas no son saladas. Y te puedo despedir con la tranquilidad de que no dejamos cosas pendientes.

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