El invierno no vino solo

21 de Junio, solsticio de invierno………
Aun reciente la ida de Papa……..En casa, un vientre lleno de amor acuna una nueva vida.
7:30… La cama se humedece y los corazones empiezan a galopar.
El sol, insolente protagonista de la habitación, decide acompañarnos.
Esa que parecía rutinaria mañana, pone prologo a uno de los acontecimientos que luego, explicarían la magia de la vida.
Cuarto 5 estrellas, obstetra, anestesista, partera y mas, comprometidos para el evento.
Los minutos pasan y aquella organización parece comenzar a desmoronarse.
Llegó el momento !!!. Vamos al sanatorio !!!, aquella decisión parecía aun posible…
8:00… Comienzan las contracciones. La naturaleza toma el mando.
8:30… Todavía en la cama.
Luego de fallidos intentos, eternidad de por medio, llegamos al cuarto de baño, lugar que hasta ese momento había cumplido con sus típicas funciones.
La ducha es la decisión unánime para calmar dolores y por que no, purificar la llegada de de otra vida. Ese simple paso hacia la bañadera, se convirtió casi en el cruce de los andes…….
La naturaleza empezó con sus berrinches y decidió que el agua caliente no era necesaria aquella mañana del comienzo del invierno.
La llama del termo tanque se apagaba para encender el fuego de la vida que luchaba por nacer.
Nuestros cuerpos desnudos sentían el frió del agua y los gritos de Marina despertaban a Santiago, nuestro único hijo hasta ese momento.
Ella, madre ya y dueña de sus sensaciones, sabia que el fruto de nuestro amor quería darse a conocer de la forma más atrevida.
Naceeee !!! Esta Naciendo !!!, se escuchaba hasta la Avenida Independencia.
Yo, asustado como jamás creí que se podía estar, busque el teléfono y llame a la partera.
Ella, confiada de que todo esto se podía demorar, proponía un encuentro en el sanatorio.
En ese momento supe lo complicado que es transmitirle a alguien vía telefónica detalles lo que estaba aconteciendo.
La escena del baño, la ducha fría, el dolor, los gritos y la vida queriendo mostrarse, seguían siendo nuestra realidad.
Después de mucho esfuerzo, y métodos persuasivos de Marina como gritos y soeces palabras varias (léase: puteadas de toda índole), logre convencer a la partera de que su plan del sanatorio había dejado de ser algo posible.
Una vez convencida de la realidad, obligó al chofer del taxi a cambiar de rumbo, el cual pensó su nueva ruta a los gritos de “Pobres pibes !!! Pobres pibes !!!“ frases que yo lograba escuchar por el auricular del teléfono.
Ahí comenzó la clase más importante y rápida de mi vida, como ayudar a Marina a que nazca nuestro segundo hijo.
En escasos 2 minutos recibí los datos necesarios para sacar al bebe del vientre de su madre, primero agarrarle la cabeza, girarla, luego sacar un hombro, luego el otro y recién ahí sacarlo. Una vez afuera debía buscar unos piolines gruesos, y en el cordón umbilical hacer dos nudos, a unos 10 cm. uno del otro para permitir hacer un corte entre ambos. Uno suele imaginarse los antiguos partos en las casas con la cacerola del agua caliente, varios lienzos de tela blancos y muy limpios, una cama, etc. Bueno, nada de esto era parte de la situación.
Con inimaginable esfuerzo y luego de varios intentos fallidos Marina con mi ayuda logro poder salir de la bañadera….ya se acercaban las 9:00 de la mañana.
Una vez fuera de la bañadera el paso obligado fue sentarse sobre el inodoro, que a pesar de tener una hermosa tabla de madera barnizada, no era precisamente el mejor lugar para aguardar el momento del parto.
Sentada allí y aguantando las contracciones que ya venían cada 10 segundos, se preparaba para lo que seria el momento mas increíble de nuestras vidas.
9: 15 Me senté en el piso frente a Marina y fue justo ahí, cuando ella abrió las piernas, que vi por primera vez a mi segundo hijo. La cabeza se dejaba ver en el vientre de su madre, un calor intenso comenzó a apoderarse de mi pecho y fue en ese momento que se me plantearon algunas terribles dudas. Cuanta fuerza hago para agarrarle la cabeza al bebe y no aplastarla ?…., como hago para girarlo?, cuanta fuerza para tirar del hombro y no quedarme con el brazo en la mano. Varias preguntas que en realidad no tuve tiempo de responder…
En ese momento Isabel, indudable parte de la familia, estaba en la cocina, corrió hacia el baño y sostuvo a Marina por la espalda mientras gritaba todo tipo de ofensas en contra del destino, acusándolo de la injusta situación que le estaba haciendo vivir a esa pobre criatura y a su madre.
Marina comenzó a respirar hondo y en dos o tres pujos la cabecita empezó a salir.
Casi como si lo hubiese hecho antes, seguí paso a paso las indicaciones de la ausente partera hasta que de golpe el bebe salio despedido hacia mi pecho. Ahí estaba…, era la vida, el amor, el final del bello embarazo y el comienzo de la nueva vida.
Tenia un color azul que a primera vista nos provoco mucho miedo a los dos.
Y cuando hablo de mucho miedo digo realmente mucho, fueron los 3 segundos más horribles de nuestras vidas, el primer instante en donde casi pudimos sentir la muerte dentro nuestro.
Pero luego, ese gordito hermoso empezó a ponerse rosadito y a moverse buscando, como los cachorritos, el regazo de su madre.
Lo puse sobre el pecho de Marina y casi de inmediato comenzó a tomar la teta, gesto del bebe que nos tranquilizo y quito esa presión de nuestros pechos.
Coloque una frazadita sobre madre e hijo y ahí quedaron durante un rato sintiéndose mutuamente todavía unidos por el cordón umbilical.
Faltaba aun algo por hacer, de donde sacaba piolines gruesos sobre todo sabiendo que la noche anterior no habíamos pedido pizza y no podría contar con los piolines que usan para atar las cajas. Recordé en ese instante que teníamos unos ovillos de hilo sisal de colores, de inmediato lo descarte ya que no creí conveniente utilizarlos y me acorde de un ovillito de hilo relativamente grueso que serviría, el cual estaba en un simpático costurero de Marina que estaba en nuestro placard.
Fui hacia el dormitorio y me encontré con Santiago, muy niño aun, que estaba quietito en nuestra cama, tapado hasta el cuello y escuchando todo lo que pasaba a unos metros de el sin mover ni un pelo mientras en el baño habíamos sido protagonistas del momento mas increíble que hubiésemos pensado tener.
Le dije – “Santiago, acompañame a conocer a tu hermano” – me acompaño con temor pero a la vez con entusiasmo. Juntos llevamos el hilo para atar el cordón umbilical y al llegar al baño pude ver en la carita de Santi una mirada que hasta ese día no le había conocido. Era un gesto de felicidad y amor que le regalaba a su hermanito.
Luego de un rato sonó el timbre, revelando la llegada de la partera.
Cuando llego, nos felicito y su primer labor fue la de sacarle la placenta a Marina que para sorpresa nuestra la puso dentro de una bolsa de compras del supermercado así la podíamos llevar al sanatorio para ver que todo estuviese bien.
Un rato mas tarde luego de dejar al bebe con su madre, lo levantamos y lo bañamos en el lavatorio del baño, aun conservaba un largo cordón umbilical que le colgaba.
Isabel busco unas ropitas de bebe y lo vestimos, estaba hecho una preciosura.
Ya habíamos dejado de ser tres, había llegado a nuestras vidas un nuevo integrante que un rato después recibió el nombre de “Manuel” gracias a Santiago.
Y de esta manera termino el relato de uno de los dos momentos más importantes de mi vida, los nacimientos de mis dos hijos.

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