La niebla

La niebla marcaba lo que seria aquella mañana, cruzando el puente, los crujidos de las viejas y podridas tablas me iban haciendo sentir que avanzaba.
No veía ni siquiera mis pies, menos podía ver aquel ser que desde el otro lado del río se hacia notar con sus extraños ruidos.
Eran como roncos quejidos o tal vez algún juego sádico para amedrentarme.
El sonido bravo del agua bajo el puente logro distraer mi atención.
Era el regreso, aquella madrugada, del antro procaz y bizarro que solía frecuentar.
Pero esta era la primera vez que tomaba el camino de vuelta pasando por el puente.
En general sabía cruzar el río con mi auto por el paso principal, pero esa noche esa gran masa de chatarra decidió quedarse en el burdel.
La rutina y monotonía de aquel pueblo me habían convertido en un ser osco e insociable, los días se sucedían siempre de la misma manera, casi como una broma pesada del destino. Y yo que varado en mi propio interior no lograba tomar decisión alguna, convertí mi vida en una caída oscura e interminable hacia el fondo de algo a lo que lamentablemente no lograba llegar
Medio puente ya había cruzado, con la lentitud que el desgano cotidiano siempre me caracterizaba, cuando de repente aquellos extraños sonidos que había logrado disociar de aquel momento, se hicieron presentes nuevamente, no solo presentes sino que se hicieron imagen.
Vi entonces algo que jamás había visto.
Algo que ni siquiera mi ilimitada imaginación había logrado mostrarme jamas.
Podría haberme asustado, quizás volver sobre mis pasos, sumergirme nuevamente en la niebla, pero no fue así, aquella figura no provoco miedo alguno en mi, su forma no logro extrañarme, sus sonidos no pudieron perturbarme, sentí que esa no era su intención. Vi en aquella cosa una reacción que me hizo saber que si un miedo existía en el aire, estaba en el.
Al percatarse de mi presencia silencio sus ruidos guturales casi convirtiéndose en una estatua.
Debo admitir que era un ser extremadamente extraño, ceo que lo podría catalogar dentro del genero masculino, o mejor dicho macho. Su color era profundamente verde esmeralda, su altura apenas lograba llegarme a la cintura, sus formas delicadas y en extremo delgadas lo mostraban indefenso e inofensivo.
Su mirada se clavo en mi rostro y estático quedo sobre unas cortezas de árbol quieto por un largo rato.
El mismo rato que me tomo a mí juntar el coraje para acercármele.
Fui moviendo mis pies casi de forma inconciente hasta legar a escasos dos metros de el. Aquel ser seguía inmóvil y yo no pude seguir.
Sus ojos penetrantes ya mas nítidos para mi, penetraban en lo mas profundo de mi alma. Pusieron en blanco todos mis pensamientos, hasta que algo sucedió que logro desvanecerme……………
El sol intenso del mediodía me obligo a despertar, la niebla que ya no estaba, era solo un cercano sueño y aquel ser solo había dejado un recuerdo extraño y vago sobre las cortezas.
Por un momento pensé que las copas de más de aquella noche habían sido las causantes de semejante alucinación
De algún modo ese pensamiento me tranquilizo, el puente seguía detrás de mi y las cortezas del árbol, que yo seguí mirando de reojo, hicieron que mi corazón palpitara mas rápido de lo que solía palpitar cualquier mañana de mi vida en aquel pueblo.
Me acerque a ellas y pude ver una suerte de mensaje, piedras acomodadas de tal manera que claramente tenían que ser producto de de alguien que deseaba trasmitir algo.
Me di un tiempo para tratar de dilucidar que podría significar aquel rejunte ordenado de piedras sobre aquellas cortezas.
Paso un rato y nada logre sacar en claro, refregué mis ojos, estire mis brazos casi entumecidos por la noche pasada sobre el suelo y decidí seguir el camino hacia la casa.
De manera casi rutinaria y obsesiva, saque las telas de araña de la puerta y entre, me quite los zapatos húmedos y abrí la alacena……
Sentí ira, bronca extrema, nada había para llevarme al buche.
Nada había que de alguna manera demostrara que en aquella casa alguien podía llegar a vivir.
Me acerque al catre, revolee la manta fría, húmeda y sucia, corrí una vieja sabana manchada y me deje caer en aquel catre que de alguna manera era como el sitio que me preemitía descansar.
El sol de aquel ya pasado mediodía ya no entraba por la ventana opaca y sucia, ya no lograría calentar mis pies, ya comenzaría otro mismo día, ya volvería al burdel, ya me encontraría con otro ser, ya sufriría la tortura de comenzar mas tarde la misma rutina.

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