Purpurina

Ella, vieja conocida que de ves en cuando en las fiestas o reuniones de aquel viejo amigo, un día frente a mi puerta no pudo ver que piso era el mío, venia a encontrarse conmigo. Sus anteojos que siempre llevaba encima no estaban presentes en ese momento. Celular en mano marco mi número y baje a abrirle.


Raro momento fue cuando sus pies pisaron mi casa, raro fue verla tan hermosa frente a mi y para mi.

Preparado estaba para brindarle una cena, que tal vez cumpliría, con las expectativas que los dos nos habíamos hecho días antes en muy eróticos mensajes virtuales.

Ya acomodados en el living, ella se tiro sobre el puff, los momentos se sucedían de una manera muy relajada, en el aire había una paz y de cierta forma una sensación de comodidad mutua.

Luego de las casi protocolares charlas que la no virtualidad ameritaban, yo comencé a preparar la comida que pensé para ella. Vio por un rato como yo cocinaba y preparaba el festín que daría quizás paso a otras cosas.

Vinos y cigarrillos se iban mezclando con la preparación.

La charla continuaba aun con decibeles mucho menores a los que la virtualidad pasada había logrado.

Unas gambas al ajillo, casi como un tentempié, iniciaron el primer placer compartido. Los sabores del mar comenzaron a sentirse dentro nuestro.

Aun ninguno podía saber que es lo que iba a suceder aquella noche.

La cocina se había transformado para mí casi en un trabajo de alquimia. Deseaba satisfacer como primera medida, el paladar de aquella mujer.

Ya sentados luego de conformar nuestro paladar, ella saco su netbook con la intención de que yo pudiese sacarla de sus escasos conocimientos tecnológicos.

Bajamos unos temas de su mp3, y sin profundizar en lo académico de la situación, de golpe un beso intempestivo nos encontró abrazados en aquel puff donde ella supo relajarse.

Con pocas palabras el cuarto fue nuestro siguiente destino.

Aun tímidos como adolescentes, nos recostamos y puse algo de música que lograra hacernos sentir más a gusto en aquel colchón sin cama.

No paso mucho tiempo, diría que breves instantes, para que nuestros deseos se dejaran llevar, encontrándonos por primera vez fusionados en un casi naif abrazo.

Nuestros cuerpos comenzaron a conocerse, a investigarse, a sentirse y a desearse de manera increíble.

Las ropas todavía cubrían nuestros cuerpos y el deseo se hacia dueño del momento.

Poco tiempo hizo falta para comenzar a descubrirnos, para comenzar a tocarnos, para comenzar a dejarnos llevar por la loca sensación de la bella lujuria que invadía el aire.

Descubrí ahí la belleza de aquella mujer. Su vientre bello, con hermoso aroma, me invito a descubrirlo con mis besos. Yo sentía como ella se colmaba de placer, como ella disfrutaba de mí, como ella necesitaba eso.

Pero los besos fueron también protagonistas clave del comienzo de la noche, nuestras bocas se juntaban de una forma especial, eran compatibles y parecía que ya hubiesen jugado juntas muchas veces.

Su cuerpo era par mi como el mismo paraíso, sus senos suaves y grandes controlaban mi voluntad. Sumergirme en ellos me daba un placer que no podría ahora describir.

Nos rozamos y disfrutamos de manera intensa.

La magia continuo y el adentrarme en ella fue una sensación que aun ahora me hace temblar.

No era solo un polvo más. Era otra cosa.

A pesar de que era nuestro primer encuentro, la sentí como parte de mí.

Los suaves movimientos, me daban un placer pocas veces vividos, gozaba de ella, de cada segundo.

Veía en su cara la misma sensación.

Ella gemía suavemente, como queriendo ser recatada, como queriendo no mostrar su placer, tapaba su cara con sus bellas manos pintadas de un extraño rojo naranja color. Tapaba sus oídos como queriendo no escucharse, tapaba sus sienes.

Virábamos de la suavidad de movimientos lentos a la brusca necesidad del goce extremo.

La ventana abierta nos brindaba una brisa refrescante y luego de seguir besándonos, descansamos y seguimos la charla que en algún momento interrumpimos.

La música amenizaba nuestro encuentro y los pájaros comenzaban a despertar haciéndose notar con sus cantos.

La luz del día comenzaba a invadir la habitación.

No paso mucho hasta que no pude controlar mis deseos por ella y volvimos a fusionarnos en esa extrema locura de sensaciones.

Repetimos los placeres una vez más hasta que la mañana nos invito a descansar.

Ella decidió quedarse y el cansancio nos encontró con nuestros cuerpos juntos.

El dormir no era tarea fácil, no lo fue de hecho, pero a pesar despertar a cada rato, fue un descansar pleno, lleno del reciente recuerdo de habernos conocido y gozado especialmente.

El despertar nos encontró con caras de gracia, estábamos laxos y tranquilos, un frugal desayuno cerraba la velada que habíamos vivido.

El día que arrancaba nos haría separar.

Pero en los dos quedo el olor del otro y ninguno quería perderlo.

Nos fuimos, nos despedimos con un suave beso, la vi irse y comencé mi día.

Que lindo es ver que la vida a veces te regala momentos como el que viví anoche.

Que lindo es saber que mañana quizás lo repetiré.

Que lindo fue poder conocerla de esta forma.

2 comentarios:

  1. Tu cuento es tan descriptivo que me siento protagonista.
    Muy bueno
    MPV

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  2. Años despues lo acabo de leer y lo siento tremendmente mpv.

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