Piedra Gris y Solitaria


Rudimentaria, casi inconclusa como yo, de lejos, globalmente, se aprecia mejor como a mí.
Horizonte magro, casi vacío, se adorna con oscuras alas, quizás de algún buitre que desolado sobrevuela aquel cielo azul hecho solo para él.
Se pregunta el porqué de su soledad. Olvida los males que ha causado hasta que un rayo decide recordárselo y muere.
El pájaro cae a la tierra sin puntería, en medio de una ceremonia de amor.
La gente se alborota. Los cánticos se silencian.
El novio y la novia se miran pero no se reconocen.
El cura se agarra la cabeza y le pide ayuda al cielo. Gime. Llora. Casi grita de desesperación. Cae de rodillas y suelta las riendas del caballo. Este se para, relincha y se aleja al galope.
¿Qué hizo? ¿Cómo pudo ser tan desprevenido? ¿Qué va a hacer ahora?. Más desesperado aún, intenta correr hacia donde huyó el Picaso. Le grita y le silba en un intento sin sentido de que vuelva.
Me hubiera encantado retroceder el tiempo y corregir tantos errores.
Pero ¿para qué?
Si al final las cosas seguirían su rumbo y ambos sabemos que nos guste o no, el agua y el aceite jamás podrían convivir.

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