Una niña despeinada

 Había una vez, una niña.

No siempre en las veces se trata de niñas, pero esta vez sí.
Y esta historia trata de una niña pequeñita, de cabellos lacios y amarillos, de ojos de cielo y pies grandes.
Era de buen comer aunque tenía que seleccionar las comidas.
Un día, no sé bien como ni por qué, esa niña entro en mi casa.
Estaba despeinada recuerdo.
También recuerdo que tenía una sonrisa dorada y con brillos alegres; pero algo tristona a la vez.
Ese instante quedo grabado en mí. Ese momento jamás lo olvidare.
Ahí, viéndola a los ojos, vi que de ellos salían rayos de ternura que se clavaron directo en mi corazón.
Debo confesar que mi corazón en ese entonces estaba muyyyy escondido.
No había forma de que algo le entre. Ni rayos ni nada.
Pero extrañamente sus rayos de ternura abrieron todas las barreras y ciertamente, atravesaron todos los obstáculos y se clavaron impertinentes y certeros.
Al día siguiente cuando me levante, sentí que había algo raro en mi pecho.
Fui a lavarme los dientes, camine a ciegas porque tenía los ojos llenos de lagañas cuando llegue a pararme frente al espejo y seguía sintiendo eso raro.
Tanteando agarre la canilla, la abrí y haciendo cacerolita con mis manos junte agua y metí la cara para sacarme las lagañas pegoteadas.
Estaba fresquita el agua la verdad. Claro, el verano se había ido a reposar y ya estaba entrando el otoño con sus mañanitas bellas y fresquitas.
Y ohh sorpresa….. vi en el espejo rayos dorados, amarillos, rojos, verdes, y de mil colores más clavados en mi pecho.
Levante la vista y mirándome a mí mismo en el espejo me dije, no fue un sueño, si estos rayos están, entonces esa niña debe ser real.
Sorprendido y extrañamente contento me vestí, baje las escaleras, salí al jardín, fui a la cocina, camine al cuarto de los chicos, mire para arriba y para abajo; pero no la encontré.
Me pregunte si habría sido un sueño loco o si realmente había conocido a esa niña.
Decidí creer que había sido un bello sueño y arrancar mi día con esa sensación.
Pasaron horas, días, viajes, trabajos y varias cuestiones.
Un viernes, uno donde el otoño me dio a entender que ya estaba para quedarse un tiempito, en compañía de mis hijos, tramando algún plan de comida y película, un timbre sonó.
Era un 19 de Junio. Faltaban dos días para el cumpleaños de Manuel, habían pasado 23 días del cumple de Santiago y resulta que apareció esa niña de ojos color de cielo, cabellos lacios y amarillos y pies grandes.
Que sorpresa fue !!!, no había sido un sueño.
Los rayos en mi pecho tenían explicación.
En ese día otoñal cumplía años ese bello ángel.
No podía ser que no se celebrara la ocasión.
Las ganas, los ánimos burbujeantes y los rayitos de luz, hicieron que en un santiamén aparecieran sandwichitos, papas fritas, chizitos, gaseosas, y hasta una bella torta.
Alegrías, bailes y soplidos de velas con deseos incorporados pintaron toda la casa.
Y aunque lo lógico era que los regalos tenía que recibirlos ella, yo tuve uno de los más maravillosos de mi vida.
Los rayos de colores, los sueños y las risas se hicieron parte de mí.
Como las flores del Jazmín, con ese delicioso aroma y la blancura de sus pétalos, mi Jazmín, se adueñó de mi corazón.
Siguieron luego, muchos días y estaciones, risas, llantos, juegos, se sumaron hermanos, abuelas, tías, primos. Se fue haciendo muy suavemente una nueva familia.
Pero ese día de otoño que jamás olvidare, una loca cigüeña con pico rayado, alas dobladas al revés y ojos que guiñaban siempre, me trajo como regalo a la más increíble hija que un padre alguna vez pudiera haber deseado.
Por suerte mantiene sus cabellos lacios y amarillos, sus ojos de cielo y sus pies grandes que siempre buscan pisarme.
Ya no es tan pequeñita, pero su magia me sorprende a cada día y su luz sigue iluminándonos a todos..

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