El hombre que añoro




Escucho a la certeza acercarse con duro paso, cuando en realidad se desliza por lisos y empinados toboganes de chapa, fríos como duros hielos de vértigo.

Mientras, las culpas, arrepentimientos e iras, se escapan por tristes recuerdos que derriten a su paso suelos que se hacen surcos.

Y en ellos se siembran plantas que me hacen esclavo de una deuda, una que pago en cada brote que al nacer impugnan sin perdón mis intenciones.

Sin remedio me entrego a la aceptación del fracaso, sabiendo que la fortuna de mi pasado, se socava de a poco en baches de actos que chorrean ilusiones que se pierden en páginas ya escritas.

Solo me queda aceptar que jamás volveré a tenerte.

Peor aún, jamás volveré a sentirme dueño de la mujer de mi vida ni a sentirme el hombre que añoro.

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