La pasión es feroz sangre, carne,
rojo abrumador, tan gigante como fugaz.
El Amor, tal vez, suave, calidez de
sol, paciente, eterno.
A la jugosa y perenne vida como a la
inevitable muerte, les temo.
Y la estrella fugaz, que siempre se
aleja, se muestra menguando, borrándose de mí.
Yo casi una sombra fina y larga por
el ocaso, pierdo, cansado, hasta mi silueta.
Pero cuando el Sol me vuelva a buscar,
me devolverá esas formas nítidas.
Y erguido hacia el mediodía del cenit,
seré solo oscura mancha en la tierra.
Un simple punto.
Asumo la derrota.
Asumo la derrota.
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